Donald Trump está ganando en las encuestas… Y perdiendo la Nominación

Por Nate Silver

(Traducción libre del inglés)

Hace doce años, en agosto de 2003, Joe Lieberman dominaba las preferencias en la mayoría de los sondeos para las primarias demócratas. Hace ocho años, en agosto de 2007, Rudy Giuliani mostraba una clara ventaja en las encuestas republicanas, mientras que Hillary Clinton hacía lo propio en las primarias del partido Demócrata. Tan solo cuatro años atrás, en agosto de 2011, Mitt Romney iniciaba su liderato en las encuestas que tan solo duró pocos días, pues a final de ese mismo mes, fue superado por Rick Perry, el primero de cuatro rivales republicanos que en algún momento lo aventajarían en las encuestas nacionales.

Lieberman, Clinton, Giuliani and Perry, como ya usted lo sabe, no ganaron en las primarias. Solo Clinton estuvo cerca de ganar la nominación.

El problema no es solamente que las encuestas nacionales carecen de la capacidad de predecir la nominación en este momento, sino que también las mismas describen una ficción. Con esto no estoy sugiriendo que la ventaja de Trump en las encuestas es falsa. No tengo la menor duda que algunas personas lo aman, o que él sería el favorito si se celebraran mañana unas primarias republicanas a nivel nacional regidas por el principio de que el ganador se lo lleva todo). Sin embargo, la elección que estas encuestas describen es hipotética en al menos cinco sentidos:

Contemplan cómo sería la votación hoy, pero estamos a 174 días de los caucus de Iowa.

Contemplan una primaria nacional, pero los estados votan uno a la vez o en pequeños grupos.

Contemplan una elección con 17 candidatos, pero varios de ellos se retirarán antes de Iowa y varios más saldrán de competencia antes que otros estados voten.

Contemplan una elección de mayoría simple, pero la mayoría de los estados usan un sistema proporcional para la asignación de delegados.

Contemplan una votación entre todos electores republicanos registrados, pero de hecho, solo una pequeña fracción de ellos son los que concurrirán a votar en las primarias o en los caucus.

Es por eso que es exasperante como los principales medios de comunicación se han obsesionado con el performance de Trump en esas encuestas.

¿Debemos ignorar totalmente esos sondeos nacionales? Pues en sentido literal, claro que tienen una correlación con los resultados electorales: incluso a tanta distancia de la fecha de la elección, la probabilidad de ganar de algunos de los candidatos con mayor intención de voto es más alta que aquellos que están en el sótano de las preferencias; pero eso es como proyectar los números de un lanzador de grandes ligas usando sus estadísticas como deportista juvenil. Naturalmente, usted escogería primero a un prospecto de 17 años con una efectividad de 2.14 que a otro que tenga 3.31. Pero esos datos no revelan mucho y su capacidad predictiva tiende a ser superada por otros indicadores (como la proporción entre ponches y boletos o los reportes de los scouts).

En el caso de las primarias presidenciales, los endosos (endorsements) y el apoyo por parte de las élites del partido tienden a ser indicadores mucho más confiables de un eventual éxito. Mientras observe las encuestas, usted debería hacer un ajuste por el nivel de conocimiento y la cantidad de atención mediática que un candidato esté recibiendo y también debería tomar nota de los números de favorabilidad y las preferencias en una segunda escogencia, ya que todos los candidatos salvo algunos, eventualmente saldrán de carrera.

Es posible –de hecho muy fácil– para un candidato mejorar su posicionamiento en las encuestas mientras simultáneamente disminuye su chance de llegar a ser el candidato. Actualmente, el votante republicano promedio tiene opiniones favorables de siete candidatos de ese partido, así que ser más agradable no es ayuda suficiente para destacarte ya que la nominación es un proceso que se construye con el consenso en el largo plazo.

¿Y qué tal si usted es un payaso? Eso puede lograr que usted sea el centro de la atención –ningún candidato ha sido más capaz en ese sentido que Trump en los tiempos modernos– y convertir la votación en un referéndum sobre su candidatura. Es posible que muchos votantes republicanos estén pensando de ese modo en este momento. Primero, ellos se preguntan si votarán por Trump; y si no lo hacen, luego escogen entre otros 16 candidatos. La cruda realidad sobre esto es que usted puede perder este referéndum (75% de los Republicanos no están votando por Trump) y mantener la ventaja como la primera minoría mientras el voto negativo esté dividido en un número suficiente de alternativas.

Otra variable a considerar es la de profundizar tu arraigo en un pequeño segmento del electorado a expensas de no ampliar tu coalición. He visto muchas cosas escritas sobre cómo la candidatura de Trump simboliza un nuevo tipo de populismo. De ser así, este tipo de populismo no es muy popular, porque los indicadores de favorabilidad de Trump son miserables (30% positivo y 60% negativo) y no han mejorado (cualquier ganancia que ha obtenido entre republicanos ha sido a costa de su pérdida entre independientes y demócratas). En alguna medida puede que ese 30% guste de Trump, precisamente porque saben que al otro 60% le desagrada. Esa es exactamente la forma de asegurar que usted nunca construya una mayoría.

En 538, sin embargo, somos bastante agnósticos de que pasará con los números de Trump en las encuestas en el corto plazo. Es posible que ya haya alcanzado su tope, o que mantenga su apoyo todos estos meses hasta Iowa y New Hampshire, posiblemente hasta ganando uno o dos estados en los estados que votan más temprano, como lo hicieron candidatos como Pat Buchanan y Newt Gingrich en el pasado. Nuestra predicción enfática es que Trump no va a ganar la nominación. Ni siquiera está claro que él está tratando de hacer eso.

Versión original en FiveThirtyEight:

Donald Trump Is Winning The Polls — And Losing The Nomination

El Quiebre

Olvidemos por un momento el debate sobre las oportunidades de la Oposición de ganar las elecciones parlamentarias del 6-D o si será víctima de un gigantesco fraude perpetrado por el oficialismo. Ése es un análisis que sólo podremos hacer después y ya nos tomaremos el tiempo necesario para eso.

En este momento lo que vemos es un panorama más amplio, estructural, que nos muestra algunos de los síntomas más claros y patentes del malestar generalizado de toda una sociedad, si nos guiamos por el más reciente sondeo del Instituto Venezolano de Análisis de Datos, del profesor Félix Seijas, fechado el 16 de agosto.

Eso que antes parecía el acelerado deterioro de un régimen político hoy va más allá: en Venezuela se produjo un quiebre. ¿Y qué significa eso? Pues que hubo una ruptura de la sociedad (o de una buena parte de ella) con un orden político establecido.

La inmensa mayoría ya rompió con una forma de ejercer el poder. Hay que decirle adiós a la famosa polarización del 50-50: en Venezuela al parecer ya cuajó un cambio radical en las opiniones que, tarde o temprano, tendrá consecuencias políticas. ¿Y cómo se manifiesta este quiebre? Veámoslo en cinco de sus manifestaciones:

1. Ya no hay dos mitades: el chavismo disminuye su tamaño cada vez más. Durante mucho tiempo, un discurso timorato no asumía algo que venía gestándose como una realidad: los factores que adversan al gobierno son una mayoría social y política desde comienzos del 2014. Lo único que ha sucedio es que aumentó considerablemente su dimensión. Es por eso que lo que hoy podemos denominar el “bloque opositor” constituye el 68,5% del electorado, relegando a un 23% a aquellos que todavía defienden al chavismo. Dicho de otro modo: desde que Nicolás Maduro está en el poder el chavismo ha perdido 32 puntos porcentuales de apoyo popular. Y hoy sigue ejerciendo el poder, pero es franca minoría.

2. La gente siente que nos dirigimos a un precipicio (incluso el chavismo). Esta afirmación es resultado de un consenso sumamente amplio: por donde vamos nos llevan a un barranco. El 87% de la población considera que la dirección del país es equivocada. Y no podría ser de otro modo ante tal nivel de crisis social y económica, generada por un modelo que pretende controlar nuestro modo de vida. Y esta cifra no sería viable si una parte importante del chavismo no opinara de la misma forma. Es decir: de los venezolanos que aún se consideran “fieles al proceso”, el 55% también cree que el rumbo que lleva la Nación es equivocado.

3. La confianza fue pulverizada. Nadie puede confiar en el conductor de un autobús que se dirige hacia un barranco. En este momento, al ser interrogados sobre si considera que Nicolás Maduro pueda resolver los problemas que actualmente confronta el país, el 65% de los venezolanos afirma que no tiene ninguna confianza (la peor categoría de las posibles respuestas). Tal magnitud de rechazo sólo es otro reflejo de la amplia percepción de que Maduro es el responsable de los principales problemas de Venezuela. Y en política, cuando se pierde la confianza, ya no hay nada que hacer.

4. La inmensa mayoría afirma que no estamos en democracia. Algunos encuestadores deberían tomar nota sobre esa convención de que en el escenario político de Venezuela todo es transaccional y que hablar de libertad y democracia “no gana votos”. Ese análisis economicista en ocasiones peca por unidimensional y en algunos casos sólo responde a una agenda política. Los números demuestran que la gente en Venezuela aprecia la democracia y le gusta que sus gobernantes se muestren democráticos. A la par del desmadre económico que sufrimos, “El Quiebre” también se nutre de una amplia fuente política: la violación de derechos humanos, la existencia de presos políticos, el ahogo a la libre expresión y la represión. Después de los sucesos a comienzos de 2014, un 55% consideraba que este gobierno no era democrático. Para el estudio de agosto la cifra ya alcanza el 68%. Vamos a decirlo de un modo más pedagógico: 7 de cada 10 venezolanos piensan que esto no es una democracia.

5. Hay un dramático cambio en las preferencias electorales. Cuatro síntomas como los presentados anteriormente deben traducirse en consecuencias lógicas: un amplio rechazo y un severo castigo en la intención de voto. Cuando se le pregunta a los venezolanos sobre su intención de voto para las próximas elecciones parlamentarias, apenas un 19% se pronuncia a favor de los candidatos del chavismo, mientras que por los candidatos de la oposición lo hace un 58%. Sí, leyó bien: la diferencia es de 39 puntos porcentuales. ¿Puede haber una mayor evidencia sociopolítica de que sí ha ocurrido un quiebre?

En Venezuela hay un proceso electoral a la vuelta de la esquina donde este quiebre se podría manifestar de manera clara. Y si esas elecciones no llegaran a darse como debieran, tendremos otra razón para que esa fractura se profundice y las consecuencias políticas se materialicen, más temprano que tarde. Pero la interrogante final seguirá siendo la misma: ¿quién organiza y conduce todo este malestar?

Publicado originalmente en Prodavinci

¿Puede la Oposición obtener la mayoría calificada de la Asamblea Nacional?

Entender que las encuestas no ganan las elecciones, o bien tomar en cuenta que la historia electoral está llena de candidatos que ganaron todos los sondeos pero perdieron la elección, son sanas precauciones cuando se quieren hacer proyecciones de resultados. En particular cuando se está a cuatro meses de una cita electoral.

No obstante, analizar la tendencia numérica siempre será un instrumento útil para afinar nociones y construir escenarios políticos futuros.

El lunes 17 de agosto, el Bank of America/Merrill Lynch Global Credit Research publicó un análisis (“The Magic Number”) que ha debido causar una profunda inquietud en Miraflores. El documento (disponible inicialmente sólo para suscriptores, pero luego difundido por varios medios nacionales) no discute quién puede ganar las elecciones parlamentarias del 6-D como una competencia reñida. Por el contrario, sólo se dedica a examinar el margen con el cual ganaría la oposición. Es decir: en ningún caso se aprecia que haya alguna posibilidad para el chavismo, pues se toma como insumo fundamental las encuestas más recientes que dan cuenta de una ventaja considerable para los candidatos de la MUD.

El reporte escrito por Francisco Rodríguez indica que:

“Estimamos que la oposición necesitaría ganar el voto popular por un margen de 5,7 puntos porcentuales para obtener una mayoría simple en la AN. Un margen de 18,1 puntos porcentuales le permitiría obtener una poderosa mayoría calificada de las dos terceras partes. Las encuestas recientes sugieren que la ventaja opositora supera cómodamente ambos márgenes”

Tomando esas encuestas y aplicando simulaciones, Rodríguez construye dos escenarios que toman en consideración la ventaja en los sondeos y el éxito electoral de los candidatos independientes. En el primer caso (con independientes), BofA está proyectando en este momento una conformación de la próxima AN con un número de parlamentarios opositores que va desde 123 hasta 135. En el segundo caso, en una elección totalmente polarizada (sin independientes), la proyección va desde 136 hasta 144 escaños para la oposición.

Un panorama devastador para el chavismo.

Mantengo algunos desacuerdos con el análisis hecho en el reporte sobre el Gerrymandering (pues eso le costó al menos 6 diputados a la oposición en las elecciones de 2010). Y no hay claridad metodológica utilizada para la proyección del número de escaños, pero ciertamente, una ventaja tan abultada en los sondeos (con el poco tiempo restante) sienta las bases mínimas para considerar este tipo de escenario.

Entonces, ¿es posible que la Oposición pueda ganar la Asamblea Nacional? ¿Existe algún escenario en el cual los candidatos de la alianza de la Mesa de la Unidad Democrática puedan ganar 112 escaños?

Confieso que la primera pregunta es mucho más fácil de responder que la segunda. No existe ningún sondeo de opinión serio que no registre una ventaja considerable a favor de la oposición, pues la ventaja puede oscilar entre 15 y 26 puntos según la encuesta que se mire. Así que hoy no es ninguna imprudencia afirmar que hay una gran oportunidad para la oposición de ganar 84 escaños, si es capaz de mantener la ventaja en opinión pública.

Sobre la segunda pregunta (es decir: saber si la Oposición podría llegar a la Asamblea Nacional con mayoría calificada), he mantenido mis reservas porque no es sencillo que eso ocurra y falta mucho por ver.

De nuevo la variable “sistema electoral” juega un factor determinante. Aún cuando el sistema se diseñó para beneficiar a sus arquitectos originales (PSUV), en realidad lo que hace es sobrerrepresentar a quien obtenga la mayoría

Y hoy el chavismo es minoría. Así que los efectos de distorsión perfectamente se podrían devolver contra sus creadores. Ya ocurrió regionalmente en Zulia y Anzoátegui en las elecciones de 2010 y aquello ayudó a compensar los efectos de la manipulación de las circunscripciones.

Sin embargo, queda otra cosa por analizar y es muy importante: la ventaja histórica que ha mantenido el chavismo en el voto rural, con mayor peso que el urbano. Teóricamente el oficialismo parte con esa ventaja estructural, pero encuestas muy recientes en circuitos históricamente considerados como bastiones del chavismo están dando cuenta de una debacle. Y no estoy hablando del 23 de Enero en Caracas, del sur de Valencia ni de Ciudad Guayana. Me refiero a regiones como los Valles del Tuy en Miranda y algo que verdaderamente me impactó: el estado Portuguesa, otrora tierra absolutamente roja.

Las premisas con las que se construyen las proyecciones parlamentarias, que están basadas fundamentalmente en históricos de votación, pueden estar cambiando dramáticamente. Pensar hoy en una Asamblea Nacional con 101 curules (necesarias para obtener las tres quintas partes del hemiciclo) o 112 parlamentarios opositores no es ciencia ficción. Aunque algunos se resistan a creerlo.

Pero lo que no ha cambiado es que ésta no es una elección que se celebra en un contexto de normalidad: esto no es una “fiesta democrática”.

Hay que incorporar en el análisis elementos como las candidaturas creadas para dividir, el voto asistido, una campaña totalmente desequilibrada, la brutal dependencia económica, la ausencia o el secuestro e intimidación de testigos opositores y la posibilidad de un fraude perpetrado en muchos centros electorales. El chavismo aún cuenta con una base dura y carece de escrúpulos. Es en esencia un competidor tramposo que no quiere perder el poder y hará lo que sea para impedir este escenario.

Lo que sea.

Por el momento, mientras más pienso en un escenario de una Asamblea Nacional con mayoría calificada opositora, más pienso en la posibilidad de que estas elecciones no se den el 6-D. Ya hablaremos de eso más adelante.

Publicado originalmente en Prodavinci