Oposición no debe ir a nuevos comicios sin garantías electorales

Los sorpresivos resultados electorales del 15 de octubre obligan a la oposiciónvenezolana a repensar su estrategia para adversar. A dos días de la elección de gobernadores, el politólogo y coordinador de la encuestadora Venebarómetro, Edgard Gutiérrez, analiza la actuación de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y repasa escenarios políticos probables.

Para el analista, la oposición no debe ir a nuevos comicios sin condiciones electoralestransparentes.

1.- ¿Debe la oposición acudir a las elecciones de alcaldes después de denunciar un presunto fraude?

La oposición tiene que competir en una sola elección que es la elección por las condiciones, y esas condiciones no se van a lograr sin presión (…) Quedó demostrado que no basta tener la inmensa mayoría porque las condiciones fraudulentas eran imposibles de sortear.

La clase política seguramente va a querer participar en las elecciones, pero qué haces cómo fuerza política si no tienes gente que vote por ti porque va a ser bastante difícil que la gente tenga razones para salir a votar al menos en el corto plazo.

2.- ¿Qué ganaría la oposición si no asiste a la elección de alcaldes?

No gana nada en términos burocráticos, en puestos, lo que gana es reafirmar una vez más la naturaleza fraudulenta de las elecciones en Venezuela.

Es como si en un juego de béisbol, en el quinto inning, te digan que si bateas te van a contar cinco outs y no tres como dice la norma.

3.- ¿Cómo lograr la transición política sin la vía electoral?

La calle no movió al régimen, pero el voto tampoco y esto es un debate que se tiene que dar. Pero se debe entender que el adversario es tramposo, cruel, cínico y si no entiendes eso estás equivocado.

Debe darse una mayor presión externa más inteligente y más dura que pueda mover el piso de algunos integrantes de la coalición (Psuv).

4.- ¿Cómo evalúa la actuación de la dirigencia opositora después de los resultados?

Sería un lugar común pegarle a la MUD porque la unidad no existe. La unidad que existía era la electoral y ni siquiera esa está funcionando como debería. Lo que he visto son argumentos inaceptables que le endilgan la responsabilidad de lo que ocurrió a la gente. La responsabilidad, según esto, siempre es del votante, nunca es del dirigente.

Esto lo que va a producir es mayor desconexión entre el dirigido y el dirigente. Algunos dirigentes le están poniendo la carga de la prueba en el elector.

5.- ¿Qué debe hacer ahora la oposición? ¿Debe subordinarse ante la ANC?

Las formas en política son el fondo. El 16 de julio le pidieron la opinión a la gente y la inmensa mayoría le dijo que desconoce la Asamblea Nacional Constituyente. En el último estudio de Venebarómetro (hecho a 1.500 personas) el 69,3% desconoce la ANC.

No se entendería que reconozcas (la oposición) la ANC, sería incoherente. Pero probablemente lo que ocurrirá es que como no hay una visión unificada de qué hacer, algunos (gobernadores) asistirán y otros no.

La oposición lo que debe hacer es: 1.- Tener clara la naturaleza de su adversario para definir los métodos para adversario, 2.- Unificar las posiciones. La unidad de criterio no está funcionando y eso está generando crisis de gobernabilidad a lo interno, 3.- Tiene que tener coherencia y si vas a cambiar tu posición tienes que explicarlo muy bien.

Publicado originalmente en Efecto Cocuyo

“Esta será la elección más sucia que hayamos conocido en los últimos tiempos”

El director de Venebarómetro y consultor político afirma que la abstención no es el único problema al que se enfrentarán los candidatos de la oposición, como el intento de Gobierno de desbalancear aún más a la MUD.

Caracas. A estas alturas ya puede resultar un tanto ocioso debatir sobre la conveniencia o no de presentar candidatos a las elecciones regionales: es una decisión tomada. Y lo es desde hace mucho tiempo. Edgard Gutiérrez, director de Venebarómetro y consultor político, asegura que nunca hubo dudas al respecto, al menos en los cuadros directivos de los partidos: Sus candidatos tenían ya años preparando su participación, a partir del día siguiente a las elecciones parlamentarias de 2015. Su concurrencia a este proceso electoral ya estaba decidida y los pocos debates que vimos en el seno de algunas organizaciones —que los hubo—, ya tenían un resultado claro antes de iniciarse.

El problema con esto es de otra naturaleza: “Lo que nunca se tuvo fue la capacidad de anticipación. Nunca se preparó el terreno para decir de manera unificada y por parte de todos los principales voceros: ‘aunque se instale la Constituyente, participaremos’. Esa abstención que pulula como un fantasma y que aterroriza a los candidatos, tiene buena parte de su origen en esa incapacidad. Y esa falta de motivación por parte de los votantes, esas ganas de “castigar”, en efecto, podría resultar devastadora. Pero no es lo único.

¿Que los partidos de oposición hayan aceptado ir a elecciones regionales constituye un error o no?

—Vamos al fondo del asunto. Participar o no participar en estas elecciones, lo repetiré hasta el cansancio, no puede verse como un fin en sí mismo. No es algo absoluto. Hace tiempo, cuando este debate apenas empezaba, yo me decanté por no participar sin ningún tipo de garantías pues todo eso quedó pulverizado el 30 de julio. Tanto, que hoy prácticamente 7 de cada 10 venezolanos consideran que las elecciones en Venezuela son fraudulentas. Había que construir, entre otras cosas, un mínimo frente para lograr que estas elecciones se dieran en otras condiciones y mucho de lo que ha pasado desde el 1° de agosto es que los actores opositores han reforzado el marco estratégico que ha planteado el oficialismo. Solo me bastaría recordar que los partidos de la MUD estuvieron más ocupados en las denuncias de fraude en las primarias, que de exigir la fecha de realización de los comicios. Ni siquiera en esto que ahora conocemos como una “fase de exploración de una eventual negociación” se incluye el tema de las regionales. Eso del “vamos, como sea” tiene sus límites, sobre todo si los resultados que esperas no se materializan. Y eso no es tan difícil que pase como muchos creen.

Ya a estas alturas, el debate parece no tener mucho sentido, pues la corriente dominante es la ruta de la participación. Prácticamente hay unanimidad entre los electores de oposición a que debe concurrirse. Ya veremos cómo terminan sucediendo las cosas. Mi única reflexión es que en dictadura, los métodos de lucha cambian y lo que puede parecer obvio y normal, en regímenes de esta naturaleza a veces no lo es. Todo depende de lo que vas a hacer después y en otros terrenos. Aún no sabemos cuál será la ruta después del 16 de octubre. A eso algunos le llaman estrategia política. Hay quienes piensan que estas elecciones alteran significativamente el balance de poder, yo me cuento entre quienes piensan que no es así.

Los partidos que se negaron a presentar candidatos, ¿tenían alguna oportunidad real de participar como opción con posibilidad de triunfo?

—Es probable que no, pero habría que examinar los casos particulares. Quienes repiten esa idea casi siempre la usan para descalificar y no debaten el fondo de los argumentos presentados por quienes están en una posición contraria. La discusión siempre termina en un ad hominem: “Este no participa porque no tiene los votos”. Es algo muy similar a lo que hacen algunas personas que suelen llamar “antipolítica” a todo lo que no es parte del mainstream. Lo que termina sucediendo en el fondo es que se etiqueta de antipolítica a cualquier cosa que se parezca a una reacción o crítica a las posturas y decisiones erradas que han tenido los políticos.

¿Cuál es el escenario o los escenarios que quedarían planteados si la oposición no participa en las regionales?

—Aún falta agua por correr debajo del puente. En este momento como dije, la posición dominante es participar, pero quedan tres semanas más de “tormento” en las que pueden ocurrir —y seguramente ocurrirán— más desafíos para la oposición y su participación en el proceso de las regionales.

Luce bastante obvio que el régimen intentará sacar aún más de balance a la MUD. ¿Habrá más inhabilitaciones? ¿Finalmente se exigirá el reconocimiento por parte de los candidatos a la ANC? Todo eso está en la mesa. Algo que quizá hay que plantearse con seriedad y tener capacidad de anticipación, es que muy cerca del 15-O y visto un eventual resultado adverso para el oficialismo, se decida suspender el proceso electoral seguramente por cualquier razón achacada a un ataque imperial, al billete de 100 bolívares o cualquier nueva teoría conspirativa. Ahí quedas exactamente igual a como estabas antes de empezar: sin elecciones, con un régimen que coarta tus libertades y una mega crisis socioeconómica; pero esta vez —en el corto plazo— con menos capacidad de articular protestas de calle o manifestaciones.

¿Qué escenarios o recursos te quedan? pues anclarte más en la estrategia de la presión internacional, mientras aplicas resistencia en lo nacional. Eventualmente, la protesta, tarde o temprano —si las circunstancias se mantienen— volverá. Estructuralmente nada ha cambiado y las mismas razones que provocaron la explosión de abril-julio se mantienen. Quizá lo que cambien sean los actores. Ya veremos.

El rechazo a las regionales, ¿es más ruido de Twitter que realidad palpable?

—Es un ruido que yo no despreciaría ni subestimaría a priori. Es una consecuencia de la crisis de coherencia comunicacional de la oposición. Eso no es un invento. Ese descontento está ahí y lo que convendría hacer es no ignorarlo ni descalificarlo. En el mundo político, siempre se argumenta que “Twitter no es Venezuela” y que no hay que hacerle caso a los “guerreros del teclado”, pero lo curioso es que casi siempre están pendientes de cuántos likes, retuits yviews generan sus contenidos.

Lo primero que diría es que antes de descalificar, hay que leer, dimensionar e interpretar esos mensajes. Por supuesto que hay bots y trolls, pero en las redes la inmensa mayoría es gente de verdad que expresa sus opiniones. De acuerdo con cifras del Venebarómetro en 2017, en Venezuela 43 % del electorado dice ser usuario de Twitter: esas son casi nueve millones de personas, mientras 59 % dice que es usuario de Facebook (casi 12 millones de personas). Entonces, por supuesto que hay gente que está ahí que necesitas para lograr tu meta (ganar las elecciones) y no para patearla. Esa abstención que hoy le quita el sueño a los political insiders también tiene una causa: el repetido desprecio por sus electores propios. Bien valdría que en las comunicaciones orientadas a lograr mayor participación, en vez de regañar se buscara generar empatía.

¿De verdad los candidatos del oficialismo tienen tan poca oportunidad de ganar como se ha dicho? Hasta Maduro reconoce el chance de mantener apenas 10 gobernaciones…

—Depende del estado del cual hablemos. Esta no es una elección nacional aunque tiene implicaciones políticas de esa magnitud. A comienzos de este año, previo al estallido de abril, los sondeos nacionales —que no sirven para pronosticar resultados por estado— indicaban que había una ventaja de 29 puntos de los candidatos opositores sobre los candidatos del oficialismo y hoy ese spread es de 24; aunque en la región de Los Llanos la situación era favorable a comienzos de año para los opositores y hoy ha cambiado a favor del oficialismo. Que esta distancia nacional se haya recortado, como dije antes, no significa mucho en términos estadales y pudiera incluso decirse que fue lo mismo que pasó entre junio y octubre de 2015 para las parlamentarias: la brecha se redujo, pero igual la oposición ganó con claridad.

Siempre se puede inferir que en estados como Portuguesa, Cojedes, Delta Amacuro, Trujillo y Guárico la competencia será mucho más reñida que en los estados más grandes como en Zulia, Miranda, Carabobo, Lara o Táchira. Es obvio que la oposición parte con ventaja en la mayoría de los estados. Por ejemplo, en el Zulia, Guanipa —antes de la primaria que lo convirtió en el candidato oficial de la MUD—, aventajaba a Arias por 27 puntos; pero luego hay que aplicar factores como la asimetría comunicacional, la abstención, la movilización, los candidatos que dividen —así sea un 1 %— que no hacen que esto luzca tan fácil como parece. Hay que decirlo hasta el cansancio: las encuestas no ganan elecciones. Ahí también hay un error comunicacional de principiantes, la gerencia de las expectativas.

He visto como irresponsablemente se habla de 18 ó 20 gobernaciones seguras para la MUD. Así que cualquier cosa que no sea ese número puede ser vista como una derrota, cuando lo hay que decir es que se dará la lucha en todos los estados sin perspectivas grandilocuentes. Si lo logras, muy bien.

Ahora bien, falta el punto de fondo: la posibilidad de fraude, tal y como y ocurrió el 30J. Eso alteraría ese eventual mapa regional y pondría la discusión en otras coordenadas.

Sobre la “gerencia de expectativas”: el discurso usual de los líderes de la oposición tiende a vender la idea de momentos decisivos, cambios drásticos, la hora más oscura que ya comenzará a clarear… ¿Es inevitable en política plantear las cosas de esa manera para generar entusiasmo? ¿Seguimos dependiendo de lo emocional?

—No conozco la primera campaña que tenga un candidato que diga que vaya a perder; pero siempre puedes entusiasmar a los tuyos sin decir que vas a arrasar. Por el contrario, cuando estableces esa narrativa lo que haces es darle argumentos a tus partidarios para que se desmovilicen porque “su voto no hace falta” y siempre, siempre, todos los votos hacen falta. En el famoso plebiscito del 16J a alguien se le ocurrió la magnífica idea de vender que irían 11 millones de personas y cuando se dijo que participaron 7,6 millones, muchos se decepcionaron: esa es la receta perfecta para convertir una victoria en derrota.

Fíjate que en 2015 se fue más comedido y cuando se supo que era mayoría calificada, el efecto fue demoledor. En este contexto particular con condiciones tan extraordinarias, lo que debería imperar es una comunicación que implante un marco narrativo diferente, diciendo por ejemplo: “cada voto cuenta”

Tal como lo hacía Chávez, ahora Maduro se perfila como la figura de la campaña por las gobernaciones, como el “portaaviones”. En ese sentido es muy evidente que Maduro no es Chávez, ¿esta estrategia perjudica o favorece a los candidatos del oficialismo?

—Lo único que podría decir es que me encantaría que Maduro lo hiciera. Sería de gran ayuda…

¿El submarino Maduro?

Solo hay una figura más impopular que Maduro en la política venezolana: Diosdado Cabello. Y ya eso es decir bastante. Maduro tiene el terrible privilegio de contar con el rechazo de las dos terceras partes del electorado. En lo único que puede ayudar a sus candidatos es con los propios electores del chavismo, que no son suficientes para ganar en la mayoría de los estados.

¿De aquí al 15 de octubre el peor enemigo de la oposición es la abstención?

—La abstención es un desafío relevante, pero no el único. Lo primero que debería entenderse es que las elecciones de gobernador nunca han movido a la gente como sí lo hacen las presidenciales y eso ya plantea una no concurrencia estructural. También otro reto es el intentar cerrar de verdad sus heridas internas, que las hay y en algunos casos, profundas. No es solo hacer esas ruedas de prensa en las que se dice “unidad, unidad, unidad”, porque en algunos casos inmediatamente viene el “síndrome de los brazos caídos” para que el que otro pierda. Algo similar a lo que ocurrió en Zulia en diciembre de 2012 cuando Rosales le sacó la alfombra a Pablo Pérez y Arias fue gobernador. Acá cabe preguntarse cómo jugará Un Nuevo Tiempo en esta ocasión cuando su única plaza segura la perdieron en las primarias. ¿Hay tiempo suficiente para eso? No lo sé. Otro desafío clave es, de hecho para mí el más importante, anticiparse al fraude y eso supone un esfuerzo organizativo incluso mayor al hecho el 6 de diciembre de 2015.

Sin embargo, los peores enemigos siguen siendo los mismos de siempre. La falta de unidad más allá de lo electoral y el exceso de electoralismo. Eso se podrá ver con más claridad el 16 de octubre o bien, si el chavismo sale con sus consabidos trucos en estos días que faltan.

¿El diálogo y la manipulación que se hace en torno a ese proceso, constituye un factor que impulsa a la abstención?

—Todo lo que contribuya a enredar a la oposición será ganancia para el oficialismo. Eso es un principio estratégico fundamental de este tablero. Sin embargo, salvo que ocurra algo bastante desagradable e inesperado de acá al 15 de octubre, no parece haber evidencia que sustente que ese factor está elevando la abstención. Lo que yo sí intentaría —en el plano táctico es minimizar e inclusive evitar al máximo posible que se hable sobre el diálogo. Y Miraflores hará exactamente lo contrario. Veremos cuánta disciplina habrá en el mensaje opositor.

¿Qué lectura se le podría dar a una elevada abstención? ¿No demostraría eso, dadas las circunstancias del país y la historia reciente, inmadurez política y exceso de emocionalidad?

—Hoy la abstención ronda aproximadamente entre 45 y 50 % de la población electoral. Quizá pueda disminuir en las próximas semanas, pero eso dependerá de la campaña y de la capacidad de motivar a la gente. No veo en este momento un clima como el vivido en 2015 —porque evidentemente las circunstancias y el contexto son totalmente distintos—, en el que se logró plebiscitar la elección y por eso se contó con una participación elevada que estuvo cerca del 70 % de concurrencia. Un 50 % de abstención no sería muy distinto a lo que la historia de los procesos electorales regionales marca en Venezuela y en este momento no veo que ninguno de los dos actores puedan mover el mismo o mayor caudal electoral al que movilizaron cada uno por separado en diciembre de 2015. Pero acá de lo que se trata no es principalmente de mover más gente a nivel nacional, sino de ganar más gobernaciones. Todo eso claro está, si el CNE dice lo que de verdad suceda en las urnas.

Ha mencionado varias veces el factor fraude en las regionales. Hasta ahora el único fraude del que se ha tenido evidencia clara es el que se hizo a sí mismo el Gobierno con la elección de la ANC. ¿No se puede confiar en la capacidad de los partidos de oposición en estas lides?

—Orgánica y electoralmente, la oposición es más fuerte en unos estados que otros y esa fortaleza también viene significada por las brechas que es capaz de obtener de acuerdo con su caudal electoral: mientras haya más diferencias a tu favor, es más difícil que te hagan fraude. Es por eso que no se puede comparar el músculo organizativo que se tiene en Miranda o Carabobo con el que se tiene en Portuguesa o en Cojedes. Y dentro de los propios estados no es lo mismo el manejo de los centros urbanos que la periferia más rural.

Es ahí cuando cobra sentido el mayor despliegue de tu padrón electoral y no solo eso, sino que sean capaces de resistir a todas las adversidades y desmanes que ya sabíamos que existen pero que ahora —y sobre todo post 30J— se magnificarán. No estoy en capacidad de decirte si están todos en todas partes, pero lo mínimo para lo que se debe estar preparado es para una elección —si es que Maduro no decide suspenderla para volver a mover el tablero o bien evitarse una nueva catástrofe electoral—, que será la más sucia que hayamos conocido en los últimos tiempos: todos los antecedentes recientes así lo corroboran. El CNE ya perdió el poco pudor que le quedaba.

Publicado originalmente en Crónica Uno

“Lo que hay que tener claro es que no hay unidad en la oposición”. Una entrevista con Hugo Prieto

Si medimos el resultado de la estrategia aplicada por la oposición a partir del mes de abril, una ofensiva de protestas y manifestaciones en la calle que sacudió los cimientos de la sociedad venezolana y retumbó en las paredes del palacio de Miraflores, la conclusión a simple vista es que la jugada salió mal. La oposición sacrificó tropas, como lo hizo el Ejército Rojo, durante la Segunda Guerra Mundial, pero de sus filas no surgió un equivalente al mariscal Zukov, que ganara la guerra.

El chavismo logró su objetivo, pero a un costo que haría palidecer a Hugo Chávez, cuando desistió de contar los votos la madrugada del 3 de diciembre de 2007, porque no tenía interés en alzarse con una victoria pírrica. Eso fue lo que obtuvo el chavismo con la elección del 30 de julio de una Constituyente espuria que ha generado el rechazo de los principales países de este hemisferio y de la Comunidad Europea. Es la razón que ha esgrimido el gobierno de Donald Trump para seguir aplicando sanciones.

Las cuentas siguen pendientes, en esta guerra de posiciones que parece no tener fin. Edgard Gutiérrez, politólogo por la Universidad Central de Venezuela, y asesor de candidatos en varios países de América Latina, realiza un balance sobre esta fase del conflicto político venezolano. Se muestra partidario de no participar en las elecciones a gobernadores y explica por qué. Advierte, además, que “la unidad política, la unidad de propósitos de la oposición, ha sido una consigna, que no hemos podido materializar”.

Aviso, lo que va a decir Gutiérrez no es lo que muchos quisieran escuchar.

¿Qué factores están incidiendo en la conducta, en la emotividad, del electorado frente a las elecciones de gobernadores?

El primero es la incertidumbre, no saber a qué te enfrentas. El sólo hecho de elegir en Venezuela está en duda. No sabes si un candidato va a llegar al final del proceso, no sabes cuáles son las condiciones porque todos los días las cambian y las envilecen, diría yo. ¿El voto tiene un peso en la sociedad venezolana? El segundo rasgo se resume a una pregunta. ¿Para qué voy a votar? ¿Lo hago como parte de una conducta democrática y participativa o para oponerme a algo, por el sólo hecho de oponerme? Y un tercer rasgo también responde a una pregunta. ¿Mi voto es útil? No hay nada más duro para un elector que creer que su voto no tendrá ninguna utilidad. ¿Esto que estoy haciendo va a servir para algo? Diría que ese es el trípode sobre el cual se está montando un proceso electoral que hoy, mientras tú y yo hablamos, no tiene fecha. Aunque el mundillo político se dice que se realizará el 15 de octubre. Pero pudiera ser otro día.

¿Qué cree usted que pasó en Venezuela el 30 de julio?

El 30 llegamos a un punto de definición, de desnudez, de sinceridad, sobre de qué se trata el proceso político venezolano. Muchos especularon… esto se parece a un régimen dictatorial… o esto se enmarca dentro del autoritarismo competitivo… ahora no es competitivo, simplemente es autoritarismo. El 30 de julio aquí hubo un fraude. Un proceso que inicia como un fraude a la Constitución y se consuma con un fraude electoral, con el añadido de un costo de vidas que nunca se había visto en ninguna elección. A lo largo de estos años, la pregunta era ¿el chavismo va a aceptar los resultados? ¿Va a estallar la violencia o no? Finalmente, tenemos el saldo de una violencia sin sentido. Además, el 30 de julio estuvo marcado por un silencio ensordecedor, la abstención de los venezolanos. Esa fue la estrategia que se siguió para mostrar el más firme rechazo. A partir de ese día, entendimos cómo funciona la máquina que nos gobierna y se despejó una incógnita que se debatió durante los últimos tres años: ¿Venezuela es una dictadura? Sí, yo creo que sí lo es. Uso esa palabra, porque es la que más fácilmente se entiende.

Nos negamos a reconocerlo o nos está costando asumirlo. O quizás no lo queremos ver.

La primera batalla, quizás la más importante, que aún no le hemos ganado al chavismo, es la batalla de las palabras. Nosotros usamos su léxico. Ellos hablan de democracia, de revolución, de pueblo, de una cantidad de cosas, cuyo significado conocemos y nosotros no hemos podido construir una gramática que los defina a ellos. Para mí la palabra dictadura los define, porque ningún dictador se asume como tal.

¿Usted cree que la oposición está siguiendo la agenda del gobierno, lo que el gobierno impone, de una forma totalmente reactiva?

En ocasiones, la oposición logra construir su agenda y llevarla adelante, incluso obligando a Maduro, o al régimen, a responderle, a ser reactivo. Pero si me preguntas por las últimas semanas, no es que la oposición esté jugando para favorecer al chavismo, eso sería injusto, mezquino, decirlo. Pero sí está jugando dentro de la estrategia que el chavismo diseñó, lo que a efectos prácticos viene siendo lo mismo, porque lo que ha hecho es responder a los cálculos anticipados que el adversario hizo. La dirigencia opositora ha sido muy castigada, sometida a una crítica muy fuerte, entre otras cosas, porque se esperaba mucho de ella. Pero su capacidad de anticipación ha sido muy poca, me estoy refiriendo al juego estratégico. En Venezuela estamos acostumbrados a diseñar estrategias como si jugáramos solos en la cancha, pero en la cancha, al menos, hay un adversario. De ahí la famosa frase Los rusos también juegan. El gobierno juega duro, de manera muy cruel. Si algo se definió el 30 de julio fue esa crueldad. Voy a hacer lo que tenga que hacer. Voy a matar a quien tenga que matar. Voy a encarcelar a quien tenga que encarcelar. Voy a torturar a quien tenga que torturar. ¿Para qué? Para lograr mi máxima ideológica. Y esto, para el chavismo, no es el socialismo, ni siquiera es el comunismo, no… Es cómo mantengo el poder y si puedo, de paso, cómo acumulo más poder.

Si los venezolanos, a lo largo de cuatro meses, luego de ese costosísimo saldo de vidas, de heridos y de detenciones, no pudimos obligar al gobierno a modificar su posición ni un milímetro y ya sabemos lo que está ocurriendo con el voto, que es una institución desvalorizada, la pregunta es: ¿Por qué vamos a ir a elecciones?

Yo soy de los que piensa que en este conflicto, entre abril y julio, no ha habido lo que pudiera considerarse una sucesión de derrotas o que no movimos la posición del gobierno ni “un milímetro”. Por el contrario, la movimos y la movimos mucho. ¿Que no hayamos alcanzado los objetivos propuestos? Eso es distinto. Es decir, al primero de marzo, por poner una fecha, Maduro se veía llegando al 2019 con comodidad, posdiálogos octubre/diciembre 2016. Parecía que no iba a haber elecciones más nunca. Parecía que el mundo no iba a hacer lo que hizo después. Y todo eso se produjo, digamos, gracias a la lucha. Yo creo que la lucha política en Venezuela terminó cambiando un estado mental. Ahora, tú pregunta. ¿Votamos o no votamos? Uno participa o no, dependiendo de la estrategia. En el fondo, la palabra no es voto; el voto es un mecanismo, quizás el más importante de una democracia. Pero la pregunta crucial es ¿cómo logras tu objetivo? El gobierno tiene una estrategia muy clara, aunque los voceros del chavismo digan que la estrategia no se revela, pero tú la puedes enunciar en un párrafo.

¿Un párrafo? Eso sería demasiado. Yo diría que basta una sola línea. Además, ya la definió usted: permanecer en el poder. Agregaría una coletilla, cueste lo que cueste. Punto final.

Diría que eso es un objetivo y la estrategia es: ¿Necesito torcer las instituciones democráticas? Sí. ¿Necesito que la gente desconfíe del voto? Sí. ¿Necesito dividir a la oposición? Sí. ¿Necesito modificar las reglas de juego tantas veces como sea necesario? Sí. ¿Necesito inhabilitar a los candidatos opositores con mayor opción? Sí. Cuando sumas todo eso tienes una estrategia. Además lo haces anticipándote a tu adversario o a tus adversarios.

Así como mencionó esto tan fluidamente, ¿por qué no hace lo propio con la estrategia de la oposición?

Antes de responder esa pregunta, voy a retomar una pregunta que quedó pendiente. ¿Participar o no en unas elecciones a escasas ocho semanas? Sería lógico y beneficioso en función de hacia adonde quieres llegar. Pero no estamos sólo frente a un debate axiológico alrededor del valor del voto. A veces, uno se encuentra en el debate muchas frases de autoayuda electoral, no hay que perder espacios, hay que votar porque sí, me opongo a lo que sea. La abstención del 30 de julio fue increíblemente valiosa. El problema es ¿qué se hizo con eso los días subsiguientes, el 31 de julio, el 1 y el 2 de agosto? Esos son, digamos, los problemas de orden estratégicos. Aunque yo soy un ferviente partidario de la participación electoral, creo que en este momento, con un régimen de esta tesitura, tienes que decidir cómo lo haces. La decisión del 30, por ejemplo, fue no ir a votar. Dicho eso, no me pidas ahora que describa cuál es la estrategia de la oposición, porque el gran problema es que no hay una sola estrategia en la oposición, entre otras cosas, porque la oposición no es una sola. Sí, es verdad que en el chavismo hay fisuras, hay facciones, hay digamos un esquema de primus inter pares (el primero entre iguales) eso es cierto, pero ahí también  hay un cemento importantísimo que los une: conservar el poder. Ese acuerdo mínimo común entre ellos les hace llegar a una estrategia que lo satisface todo. En el caso de la oposición no es cierto que se haya llegado a un acuerdo sobre lo que hay que hacer.

¿A qué atribuye usted esa falla de origen, por llamarla de algún modo?

Lo que ha ocurrido históricamente en la MUD es que ha habido unidad electoral. En la mayoría de las veces, la MUD ha sido una plataforma de coordinación y postulación electoral para hacer campaña y le ha ido muy bien, pero ¿en cuánto definir una política? Es decir, ¿cómo voy a enfrentar al régimen? ¿Mediante una línea de lucha no violenta y pacífica? ¿En espera del desgaste y participando en elecciones cuando pueda participar? ¿De cuál modo? Hay, dentro de la oposición, quienes piensan que el método para salir de esto es sencillamente esperar y participar cuando se pueda para obtener cargos de elección popular, con el objetivo de alimentar esa teoría de la acumulación de fuerzas, que yo no creo para nada. Hay otros que creen en la resistencia no violenta, en el quiebre de conciencia de los pilares fundamentales del régimen, me estoy refiriendo a la coalición oficial, el chavismo, la nomenclatura, el apparatchik y las Fuerzas Armadas. Esos son, básicamente los dos paradigmas, que no han llegado a un acuerdo. La historia pequeña de los meses más recientes, la ves reflejada en las comunicaciones. En los primeros meses de este conflicto, viste a los diputados más jóvenes llamando a la calle, estableciendo un marco, cuyas aristas eran los artículos 333 y 350 y no veías a otros actores, agotada esa etapa, viste a otros actores llamando a elecciones. Entonces, lo que hay que tener claro es que no hay unidad en la oposición. Eso es uno de los grandes mitos que tenemos en la política venezolana. Lo que ha habido es unidad electoral.

La verdad es que hemos transitado por tantas coyunturas políticas, por tantas crisis de toda índole y procesos electorales, que uno advierta, casi hasta al hastío, que en la oposición no haya unidad. ¿A qué le podemos atribuir esto? ¿A qué no hay un liderazgo? ¿A qué no hay capacidad?

Lo primero y lo más importante —aunque mucha gente considere superado ese debate en la dirigencia— es la definición del adversario. Hay posiciones distintas, difieren, divergen, en cuanto a qué se enfrentan. Hay quienes creen todavía que se enfrentan a un mal gobierno. Hay quienes creen que se enfrentan a un gobierno de corte autoritario, pero que todavía se puede enfrentar en las urnas y con la mayoría de los votos le puedes ganar. Hay quienes creen que se enfrentan a una dictadura militar, represora. Y hay quienes creen que se enfrentan a un sistema totalitario. Hay un espectro de posiciones y, probablemente, los acuerdos mínimos que vemos en la oposición en los últimos meses, se establezcan sobre el mínimo común, que a la postre terminan siendo tibios y como métodos o piedras fundacionales de estrategia no terminan siendo satisfactorios.

No me quedó claro si usted está de acuerdo con que la oposición vaya a elecciones.

Mi respuesta pudiera parecer cruel. Yo creo que en este momento, visto lo que hemos pasado, y entendiendo además que el venezolano quiere salir de esto votando, una buena opción sería hacerle ver, mediante un proceso pedagógico, que quizás ir a votar ya no es lo mismo que antes del 30 de julio. También puedo ensayar una respuesta más corta: Pareciera que la incoherencia de participar en un proceso con estas características, no es tan rentable, digamos, con mantenerte en una posición de no participación. Voy a decir porqué. Uno. No puedes decir que esto es una dictadura, que de esto salimos con el artículo 350, para luego salir diciendo vamos a elecciones. No estás votando con las condiciones previas al 30 de julio, sino con otras peores. Ese día, nos imaginamos que hubo fraude, pero que culminado el proceso, sea el sistema  nervioso del CNE (Smarmatic), quien diga “por lo menos un millón de votos”, corrobora que aquí la institución del sufragio no se respeta para nada. Dos. En lugar de luchar por mejores condiciones para participar, la oposición se ha enfrascado en la escogencia interna de sus candidatos. Al día de hoy no hay una fecha, al día de hoy no hay cronograma, al día de hoy no hay campaña ni sabes cómo es la participación de testigos, al día de hoy…

… no sabes cuántas auditorias habrá antes, durante y luego del  proceso.

Por ejemplo. Al día de hoy no sabes qué puedes hacer o no durante las elecciones. Entonces, vas en unas condiciones mucho peores a las que había antes del 30 de julio. A lo que hay que agregar un factor que tiene que ver con la coherencia. El discurso no puede variar de la noche a la mañana, sin una justificación plena, serena y bien fundamentada. No puede ser que a las 8:00 am, Mugica (Smarmatic) revele que hubo una manipulación de resultados —prácticamente un fraude— y a las cinco horas tú digas, pase lo que pase, vamos a elecciones. No se entiende… no se entiende. Eso te crea lo peor de ambos mundos: Vas a unas elecciones en condiciones muy, muy adversas, quizás las más adversas de tu historia, sin una tropa, en este caso tu electorado, completamente anarquizada detrás de ti, porque después del 30 de julio, vamos a ir a una elección bajo una sombra de duda, a lo que habría que añadir una gran dosis de rabia y de frustración. Tienes, además, al frente, a un adversario que no le tiembla el pulso para alterar los resultados. La respuesta más corta sería no participar planteando qué hacer. No participas porque vas a enfilarte en atar o amarrar todos los cables de la presión internacional, por ejemplo. Tienes que mostrarle a la gente la película. Voy a hacer esto o no lo voy hacer, y aquí tengo un plan pensado. Eso es lo que no hay.

Otro hecho notorio y comunicacional. En el momento en que la oposición recupera la iniciativa política, ahí está —frente a los micrófonos— la plana mayor de la MUD, pero cuando la iniciativa fracasa, el vacío es total. No hay comunicación. No hay mensaje. Se apela entonces a la responsabilidad ciudadana. “Tú eres el único que puedes cambiar esto… Todos y cada uno de los venezolanos y lo puedes hacer a través del voto”. ¿Cómo conjugamos una cosa con la otra?

Es la disolución de la estrategia. Vamos a poner en tu evaluación: fracasaste. Recurres al síndrome del avestruz, como dices. Después, invierto la carga de la prueba. Ahora el responsable es el dirigido y no el dirigente. Pero el dirigente tiene que dar la cara en las buenas y en las malas. Esa ha sido una de las causas que genera la abstención. Sí hubiese habido un mensaje posterior a la elección de la Constituyente. No fuimos capaces de frenar esa elección y reconocemos la limitación, pero tal cosa, déjame dejar tres puntos suspensivos, la gente no se sentiría huérfana. En este momento hay un sentimiento importante de orfandad política. Hay más una decisión individual, me opongo a esto y voy a votar porque creo en el voto como institución, pero no hay más que eso, no hay una elaboración estratégica.

En enero de este año, este país era un cementerio. Una desorientación total. Ni una sola movilización. ¿Cómo es que lo que ocurrió luego, las manifestaciones de calle, el plebiscito del 16 de julio, el apoyo internacional, no es un haber para la oposición?

El gran problema es que tú diseñaste una estrategia —sea buena o sea mala— asumamos que fue mala porque el resultado no fue el esperado. Y después no hiciste un balance. Es cierto, no cumplimos el objetivo, logramos esto, y vamos a seguir avanzando cambiado el método, pensando un poco, reflexionando, dándonos una pausa. El gran problema es que organizaste una consulta para saber lo que piensa la gente y se te olvidaron las tres preguntas. Y lo digo porque la primera era desconocer la Constituyente, de algún modo la estás anulando al participar. No es de extrañar que se impongan las reglas de un mandato espurio y de una Asamblea Constituyente espuria. El tema de la coherencia sí es importante.

¿Qué avizora después de este proceso electoral, dando por hecho la participación de las fuerzas opositoras?

Veo un camino tormentoso, donde todos los días se van a presentar hechos que te van a hacer dudar de si participas o no participas. Van a buscar, mediante provocaciones, que quienes van a elecciones, que son la mayoría, declinen porque ya se trazó una línea roja. Por ejemplo, el certificado de buena conducta. Es un dispositivo para causar mayor fragmentación, porque el gran objetivo de las elecciones regionales, desde la perspectiva del oficialismo, es dividir aún más a la oposición. Eso es lo que estamos viviendo ahora. ¿Qué avizoro? Más incertidumbre, pareciera que no sabes en qué condiciones finales vas a terminar llegando. No sabes si vas a contar con todos los votos que necesitas y que previsiblemente tienes detrás de ti. Eso puede generar un saldo que al día de hoy se ha vendido de manera equivocada, porque te dicen vamos a ganar 18 gobernaciones, vamos a ganar 20, pero tal vez no termine siendo así por equis, ye, zeta, porque te inhabilitan a un candidato, porque te tuercen un resultado aquí o allá, digamos todas las trampas habidas y por haber, porque la abstención, por ejemplo, produjo después del revocatorio de 2004 que Diosdado Cabello y no Enrique Mendoza fuese el gobernador de Miranda, porque si no hay un compromiso firme de precandidatos que no ganen las primarias y te quitan el 1 por ciento, eso pudiera significar que se pierda una gobernación. Me imagino que el resultado pudiera ser más agridulce de lo que mucha gente espera.

Publicado originalmente en Prodavinci